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viernes, 16 de enero de 2015

SEXTO DOLOR Y SEXTO GOZO.



Los que tuvo San José cuando, al regresar del destierro, supo que reinaba el hijo de Herodes, y cuando el ángel le anunció que podía dirigirse a Nazaret.

 1- Después de siete años de haber comido el pan de la emigración, pan que le había costado mil sudores y fatigas, y que había sido regado con copiosas lágrimas, pudo la sagrada familia dejar el Egipto; más enterado José que en el reino de Judea al cual pertenecía Belén había sucedido al cruel Herodes su hijo Arquelao, no pudo menos de sentirse agobiado de zozobra. Con razón podía temer el Santo Patriarca que el hijo de aquel tirano, el cual no había podido dar muerte a Jesús, satisfaría los sanguinarios deseos de su padre, si llegaba a descubrirle. De aquí la duda, la perplejidad, la incertidumbre de San José, no sabiendo a dónde dirigirse ni en qué población refugiarse. Mas el ángel del Señor le consoló y calmó todos sus temores, cuando apareciéndosele le dijo que se fuese a habitar en Nazaret de Galilea. El corazón del santo Patriarca respiró y gozó con este tranquilizador consejo.
 
2- También sucede a veces al alma justa que, después de haber salido del Egipto de una vida mundanal y peligrosa, se encuentra, en la incertidumbre, sin saber qué camino tomar para hacerse más agradable al Señor: o bien que hallándose en la ocasión, en que ha de tomar uno u otro estado de vida, no acierta a resolverse, temerosa de no acertar con la voluntad de Dios. En tales conflictos no hay más que acudir a la oración, y no dejarse llevar nunca por la pasión ni por miras terrenales. Obrando así, se puede confiar que, como al santo Patriarca, Dios manifestará por un medio u otro cuál sea su voluntad.

 3- Proponer no emprender nunca asunto o trabajo de importancia sin haberlo antes consultado con Dios en la oración, y haber tomado consejo de personas virtuosas y sensatas.



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