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miércoles, 21 de enero de 2015

SOBRE LA MANERA DE HONRAR A SAN JOSÉ.

 
1.- Se Considera que se debe honrar a San José con el afecto del corazón.

¡Cuan digno de ser honrado es San José! Si la virtud y santidad, si la bondad y la liberalidad roban el corazón, tanto, que se siente uno como necesitado al amor de quien está adornado de ellas, ¿quién, después de Jesús y María, puede merecer mejor nuestro amor que San José? ¿Quién más santo que él? ¿Quién más perfecto en todas las virtudes? ¿Quién más afable y compasivo? ¿Quién más liberal y generoso en distribuir gracias y favores? ¿Quién más dulce y amoroso?
 
Nada hay de austero en el santo Patriarca, nada que infunda temor: al contrario, todo respira en él benevolencia, amabilidad, benignidad y dulzura. ¡Oh santo mío: al con-templaros al lado de vuestra purísima esposa María, ya cuando la conducís a Belén y allí os afanáis a prepararle un albergue, y no hallándolo, os alojáis en un establo!; ya cuando con ella vais al templo, o peregrináis a Egipto; o cuando en su compañía trabajáis en el taller de Nazaret: al contemplaros con el amado Niño en los brazos, y que lo estrecháis amorosamente contra vuestro corazón, y él se os abraza al cuello, y es hace caricias, y os da tiernos besos; ¡oh cuán amable me parecéis, dulcísimo Patriarca! ¡Oh, mi corazón queda aprisionado de vuestra bondad!
 
Vos siempre dulce, manso, sereno y afable, ¿cómo no os debo amar? Sí, amado santo mío, os amo con todo mi afecto: y, después de Jesús y María, a vos ofrezco y consagro todo mi corazón.

Creo que con amaros doy grandísimo gusto a vuestra dulcísima esposa, y causo gran placer a vuestro amado hijo, los cuales, como aman a Vos más que a toda otra criatura, no pueden menos que agradarse de que yo mucho os ame. ¡Ojalá os amase yo con el mismo amor de Jesús y María, y pudiese atraer a todos los hombres a vuestro amor, oh santo amabilísimo!
 
 
2.- Se debe dar culto especial a San José con las obras, La prueba sincera del amor son las obras. Por lo cual, considera que la devoción de San José debe ser en ti conservada, alimentada y manifestada con los obsequios, que le pueden ser gratos y aceptos. Venerar sus imágenes, visitar sus altares, invocar su nombre, hacer memoria de sus dolores y alegrías, hacer triduos y novenas en preparación de sus fiestas; santificar en su honor el mes de marzo y los siete domingos siguientes; consagrarle tu persona y cuanto te pertenece; pro-mover su culto con exhortaciones, con libros e imágenes; dar limosna en su obsequio; oir la santa Misa, uniendo tu intención a la que tuvo el santo Patriarca cuando ofreció al eterno Padre la sangre preciosísima que Jesús derramó en la circuncisión, y cuando hizo en el templo el ofrecimiento del Divino Niño el día que fué la Virgen a cumplir la ley de la purificación; he aquí los obsequios, con que puedes mani-festar al santo el afecto que le tienes y la reverencia que le profesas.
 

lunes, 19 de enero de 2015

MEDITACIONES SOBRE LAS EXCELENCIAS Y PODEROSOS VALIMIENTOS DE SAN JOSÉ.



Para excitar un cordial amor á San José, se añaden las siguientes consideraciones, que pueden servir también a los que componen la asociación del Culto perpetuo, tomando de aquí cualquier punto para la meditación de aquel día.
 
Querría yo persuadir a todos a ser devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los grandes bienes que alcanza de Dios.

Santa Teresa.
 
SOBRE EL CULTO DE SAN JOSÉ.
 
Preludio. — Imagínate ver el cielo abierto, y allí a Jesús y a María sentados en sus tronos, que invitan a los ángeles y santos a honrar a San José. 

Preludio. — Pide gracia para conocer los méritos y la gloria de San José, venerarlo debidamente y poner en él toda tu confianza. Conveniencia del Culto.

Considera cuán conveniente es que todo cristiano rinda un culto especial al Patriarca San José, tan esclarecido por su dignidad. Es cierto que se suele honrar a cada uno a proporción de su grado o excelencia, bien sea por su linaje o por los honrosos títulos que ha adquirido, o por el puesto en que está colocado. Lo mismo sucede en el cielo, donde el Señor, justo remunerado, distribuye la gloria a sus siervos a medida de sus méritos. Y ¿quién puede entender el alto puesto de gloria a que en el cielo ha sido levantado San José, y el profundo homenaje que le tributa todo el celestial paraíso? Él, sin decir nada de su linaje, que para con Dios no tiene valor alguno, sino en cuanto es ilustrado con la virtud, él es el esposo de la Madre de Dios, que es la señora de los ángeles, la reina de los santos, la emperatriz del cielo; y tan alta dignidad se refleja en el esposo, el cual está muy cercano a ella en el empíreo y en trono de especial gloria. José es el padre putativo de Jesucristo que es el Rey de reyes y el Señor de todos los señores; y si Jesús, morando en la tierra, honró y obedeció como hijo sumiso a San José, sin duda que le honra y reverencia también ahora en el cielo; y por esto lo ha colocado junto a su trono y al de su augustísima Madre, para que reciba los homenajes de todos los ángeles y santos. Y ¿quién jamás, de entre los santos más insignes o entre los serafines más excelsos, pudo decir al Rey de la gloria, Jesucristo : «Tú eres mi hijo», como mil veces pudo decirlo San José? ¡Oh dignidad sublimísima! ¡Oh santo, sobre todos los santos dignísimo de toda honra!

Si yo no supiese que Vos sois tan bueno cuanto sois grande, no tendría ánimo ni aún para nombraros de otro modo que con temor y con la cara por el suelo. Más, me animo conociendo íntimamente, que la alteza de vuestra dignidad no hace sino volveros más benévolo a mis súplicas, y más poderoso para el remedio de mi necesidad. Me alegro con Vos, y doy gracias con todo afecto a vuestro Jesús y mío que tanto os ha sublimado, para que yo pueda con más seguridad apoyarme en vuestra protección.

domingo, 18 de enero de 2015

SÚPLICA AL BIENAVENTURADO SAN JOSÉ.

 
¡Oh santo Patriarca José!
cuya bondad y poder exceden 
a cuanto podemos nosotros
comprender y necesitar!

Ya que me he consagrado
a vuestro culto de un modo particular,
no puedo menos de dirigiros,
con todo el fervor de que soy capaz,
los más humildes e interesantes ruegos.

Os pido, en primer lugar,
por la Iglesia y el Sumo Pontífice,
para que les protejáis siempre
de una manera visible,
y hagáis que confundidos sus enemigos
vengan a conocimiento y detestación
de sus errores y equívocos.

viernes, 16 de enero de 2015

SÉPTIMO DOLOR Y SÉPTIMO GOZO.




Los que tuvo San José en la pérdida y en el hallazgo de Jesús.

1- Tres eran los motivos que debían hacer insoportable el dolor de San José cuando se perdió Jesús. El primero era el cariño de padre que le profesaba, y verle perdido en la tierna edad de doce años, sin poder encontrarle en ninguna parte, después de cerca de tres días de buscarle. El segundo motivo, el temor, que su humildad le abultaba, de que quizá por culpa suya se había separado de su compañía y de la de su madre, siendo por consiguiente él causa de la suma aflicción de su inocente esposa. Y tercera, la zozobra cruel de que se hubiesen apoderado del Niño los que desde su nacimiento le habían perseguido para darle la muerte. Tres fueron a su vez los motivos de su gozo al encontrarle. Primero, la alegría natural a un padre y a un esposo tan amante como lo era San José de Jesús y de su madre. Segundo, encontrarle en el templo en medio de los doctores, dándoles pruebas de una prudencia sobrehumana y de una sabiduría divina. Y tercero, el que Jesús se fuese con sus padres, según dice el evangelista, para estarles sujeto.

SEXTO DOLOR Y SEXTO GOZO.



Los que tuvo San José cuando, al regresar del destierro, supo que reinaba el hijo de Herodes, y cuando el ángel le anunció que podía dirigirse a Nazaret.

 1- Después de siete años de haber comido el pan de la emigración, pan que le había costado mil sudores y fatigas, y que había sido regado con copiosas lágrimas, pudo la sagrada familia dejar el Egipto; más enterado José que en el reino de Judea al cual pertenecía Belén había sucedido al cruel Herodes su hijo Arquelao, no pudo menos de sentirse agobiado de zozobra. Con razón podía temer el Santo Patriarca que el hijo de aquel tirano, el cual no había podido dar muerte a Jesús, satisfaría los sanguinarios deseos de su padre, si llegaba a descubrirle. De aquí la duda, la perplejidad, la incertidumbre de San José, no sabiendo a dónde dirigirse ni en qué población refugiarse. Mas el ángel del Señor le consoló y calmó todos sus temores, cuando apareciéndosele le dijo que se fuese a habitar en Nazaret de Galilea. El corazón del santo Patriarca respiró y gozó con este tranquilizador consejo.